Cómo superar al diablo
Sinclair B. Ferguson
El crecimiento cristiano no es de ninguna manera un gráfico recto. Al igual que los niños, puede haber momentos cuando parezcamos crecer dramáticamente; en otros momentos, el crecimiento pueden tener lugar desapercibidamente, aunque de forma constante. Pero en ningún momento el crecimiento tiene lugar sin que se presenten obstáculos. La Biblia ve la vida cristiana como una contienda espiritual, y nos ofrece un triple análisis de la oposición a que se enfrenta el cristiano: viene del mundo, la carne y el diablo. Como en toda contienda, los dos elementos esenciales en la victoria son conocer al enemigo y conocer sus recursos.
3.EL DIABLO anda como león rugiente, dice Pedro, deseoso de devorar y destruir la fe de los cristianos. Él no va a marcharse simplemente porque hemos venido a Cristo; por el contrario, sus ataques serán mucho más feroces (1 Pedro 5:9). Él busca impedir nuestro crecimiento y engañarnos. Hará todo lo que esté en su poder para persuadirnos a apartarnos de Cristo. Tratará de inducir pensamientos nada amistosos acerca de Dios en nuestras mentes, como hizo con Eva en el huerto del Edén: “¿Te puso Dios en este magnífico huerto y te dijo que no podías comer de ningún fruto en él?” (cf. Génesis 3:1). De hecho, Dios dio libertad a Eva para comer de todos los árboles, con una única excepción; pero la semilla del pensamiento [“¡Qué Dios tan cínico y miserable es!”] había sido plantada en su mente. Satanás la engañó, como ella admitió después (Génesis 3:13).
¿Cómo podemos resistir al diablo? Tomando y poniéndonos la armadura que Dios nos ha proporcionado: su gracia, su Palabra, su Evangelio, su justicia (véase Efesios 6:10-20). Poniéndonosla —como hizo Cristo cuando Satanás le atacó y procuró engañarle— seremos capaces de permanecer en el día malo, al igual que confió en la Palabra de Dios como la espada del Espíritu, y venció a Satanás (véase Mateo. 4:4,7,10). Como ocurrió con Cristo, nuestra defensa principal consiste en guardarnos en el amor de Dios (Judas v. 21), confiando en su palabra y obedeciéndola. Podemos tener total confianza en esta armadura; ya nuestro Señor mismo se la ha puesto y la ha probado con éxito (cf. Isaías 59:16-18).
Pablo se dio cuenta de que es maravilloso que los cristianos seamos capaces de permanecer firmes. Nosotros, en cambio, con frecuencia consideramos el permanecer firmes simplemente como algo trivial. Eso es una señal de nuestra ingenuidad, no de nuestra madurez; un indicio de que hemos experimentado muy poco el fragor de la batalla. Ser capaces de permanecer firmes es una importante señal de crecimiento. Pregúntale a la mayoría de las madres; pueden recordar el primer día que su niño se puso de pie. Marcó un hito. Significó que había tenido lugar un crecimiento verdadero, que se había alcanzado una medida de estabilidad. Inauguró una etapa enteramente nueva en la vida. Así es en el mundo del espíritu. Ser capaz de resistir la tentación muestra que los obstáculos y enemigos del crecimiento espiritual han sido resistidos y superados.
Por desgracia, aun en la época del Nuevo Testamento, algunos cristianos no pudieron superar la oposición; continuaron siendo niños espirituales cuando debían haber llegado a ser adultos (cf. 1 Corintios 3:1,2; Hebreos 5:11-14).
Piensa en ese cuadro por un momento. La etapa de la infancia es deliciosa; los bebés nos hacen sonreír; pero es una tragedia si no se desarrollan ni crecen física y mentalmente. Es una señal de debilidad y de enfermedad.
¿Te das cuenta de lo que quiero decir? No podemos permanecer inmóviles como cristianos, pues no crecer es realmente retroceder; no desarrollarnos es señal de una grave enfermedad. Con mayor motivo, debemos tomar en serio la exhortación bíblica: “Por tanto […] avancemos hacia la madurez […] Y esto haremos, si Dios lo permite” (Hebreos 6:1-3).
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