Cuando no tenemos en cuenta la providencia de Dios
El mundo ciego establece un ídolo llamado casualidad, y no reconoce a Dios al otro extremo de todas las causas, como controlando todas las cosas por su sabiduría y poder.
(1) En las aflicciones. Piensan que vienen por la casualidad y la suerte (1 S. 6:9; Is. 26:11); como si los instrumentos y las causas segundas lo hicieron todo, y el Señor fuera un espectador ocioso y observador, y no tuviera nada que hacer en todo lo que nos ocurre. Job es mejor: “El Señor dio y el Señor quitó”. Él no mira solamente a los caldeos, a los sabios, a los ladrones, sino al Señor. En todas las aflicciones, deberíamos mirar por encima de la criatura, y no quejarnos de la mala fortuna y la casualidad, o las estrellas, las constelaciones o nada a este lado de Dios.
(2) En las misericordias. Es impiedad cuando no vemos a Dios en todas nuestras misericordias. Los malvados reciben bendiciones, y nunca miran arriba. Viven dependiendo de Dios en cada momento. Tienen vida y aliento y movimiento, y son mantenidos cada hora por Él y, sin embargo, “todo su pensamiento es: No hay Dios” (Sal. 10:4). Como los cerdos se regodean en las bellotas, y nunca miran arriba a la encina de donde caen, así ellos no miran hacia arriba. El Señor se queja de Israel (Os. 2:8): “Pues ella no sabía que era yo el que le daba el trigo, el mosto y el aceite, y le prodigaba la plata y el oro”. No puede haber una señal mayor de un espíritu impío que esta ingrata irreverencia. Esto es lo que Dios espera de criaturas irracionales. Esto es lo que Dios espera de criaturas irracionales, mediante homenaje, que deberíamos reconocerle como el Autor de todo lo bueno que nosotros disfrutamos. Las otras criaturas viven dependiendo de Dios, pero no son capaces de conocer la causa primera como nosotros.
La idolatría y el ateísmo no se habrían infiltrado nunca en el mundo si los hombres hubieran considerado quien era el que les dio “lluvias del cielo y estaciones fructíferas, llenando [sus] corazones de sustento y de alegría” (Hch. 14:16-17). Y sin duda, nada alimenta la piedad, y mantiene un temor reverencial constante de Dios, como pensar en Dios cada vez que comemos y bebemos y disfrutamos de cualquier misericordia nueva procedente de Él. Pero, ¡ay!, generalmente nos olvidamos de Dios cuando Él más nos recuerda. Nunca se le deshonra tanto como en el comer y beber y en el disfrute abundante de las comodidades externas.
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Una exposición de Judas 4:7. Usado con permiso de Editorial Peregrino/Nueva Reforma.