En este método trataré de exponer este argumento. Y primero, consideremos a Dios como la causa primera y, bajo esa consideración:
1. La ignorancia es una rama de la impiedad. La nombro primero porque es la causa de todo desorden en la adoración o la conducta (1). El Apóstol dice (3 Juan 11): “El que hace lo malo no ha visto a Dios”. Los pensamientos rectos acerca de Dios son el combustible que mantiene el fuego de la religión que, de otra manera, decaería pronto y se extinguiría.
Ahora bien, generalmente las personas son ignorantes de Dios; le conocen de la misma manera que los hombres que nacen ciegas conocen el fuego; pueden decir que hay tal cosa como el fuego, porque les calienta, pero qué es ellos no lo pueden decir. Así, el mundo entero y la conciencia proclaman que hay un Dios. El hombre más ciego puede ver eso, pero saben poco o nada de su esencia, como Él se ha revelado a sí mismo en su Palabra.
Los atenienses tenían un altar, y la inscripción era Al Dios desconocido, y así, la mayoría de los cristianos van por un camino de adoración rutinario, por lo que adoran a un ídolo más bien que Dios. Por eso, Cristo le dice a los samaritanos (Jn. 4:22): “Vosotros adoráis lo que no conocéis”. Es usual que los hombres con una superstición ciega y tenebrosa se conformen a la adoración de su lugar, sin considerar por qué adoran o a quién adoran. La crasa ignorancia es una señal de la ausencia de gracia, pues Dios no tiene un hijo tan pequeño que no conozca a su Padre (Jer. 31:34): “Todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande”. Algunos tienen mejor educación que otros, más ventajas y ayudas e instrucción, pero todos tienen el necesario conocimiento de Dios.
Nuevamente, la ignorancia crasa es una promesa de juicio futuro (2 Ts. 1:7): “cuando el Señor Jesús sea revelado desde el cielo con sus poderosos ángeles en llama de fuego, dando retribución a los que no conocen a Dios, y a los que no obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesús”. Muchas criaturas pobres e ignorantes son inofensivas: no hacen ningún mal. ¡Oh!, pero no conocen a Dios, y eso es suficientemente malo; Dios vengará eso. Ser ignorante de Dios que los hizo es una cuestión de consecuencias más tristes de lo que eres consciente.
Por “los que no conocen a Dios” en este lugar se da a entender a los paganos, pues se distinguen de “los que no obedecen al evangelio”. Pero si hay venganza para los paganos, que no tienen a otros apóstoles que les sean enviados sino los apóstoles naturales del Sol, la Luna y las estrellas, y no tienen otros libros donde estudiar a Dios sino en las lluvias y las estaciones fructíferas, si hay venganza para ellos porque no ven ni poseen una causa primera, ¿qué hay para aquellos que cierran sus ojos contra la luz del Evangelio? Sin duda, ser ignorante ahora es un pecado mayor de lo que nosotros pensamos.
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Una exposición de Judas 4:7. Usado con permiso de Editorial Peregrino/Nueva Reforma.