Robert Sheehan
El corazón humano contiene un negro catálogo de maldad. Jesús dijo: «Del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez. Todas estas maldades de dentro salen».
Tengamos claro cuando leemos estas palabras que nuestro Señor está hablando del corazón humano en general. No está hablando solo del escandalosamente libertino ni del que está en la cárcel. Está hablando de todos los hombres. Todos nosotros, de clase alta o baja, ricos o pobres, señores o siervos, ancianos o jóvenes, instruidos o no, todos nosotros tenemos por naturaleza un corazón como el que Jesús describe aquí. La semilla de todos los males aquí mencionadas se encuentra dentro de todos nosotros. Puede que esté latente durante toda nuestra vida. Puede que se contenga por temor a las consecuencias, por la presión de la opinión pública, por el temor a ser descubierto, por el deseo de ser considerado respetable y, sobre todo, por la todopoderosa misericordia de Dios. Pero todo hombre tiene dentro de sí la raíz de todos los pecados.
¡Qué humildes deberíamos ser al leer estas palabras! «Todos nosotros somos como suciedad» a los ojos de Dios (Is 64:6). Él ve en cada uno de nosotros muchas maldades que el mundo nunca puede ver, porque él lee nuestros corazones. Con seguridad, de todos los pecados de los que somos responsables, el menos razonable y apropiado sea el de considerarnos justos.
¡Cuán agradecidos deberíamos estar por el evangelio cuando leemos estos versículos! Ese evangelio contiene una provisión completa para todas las necesidades de nuestras pobres naturalezas caídas. La sangre de Cristo puede limpiarnos de todo pecado. El Espíritu Santo puede cambiar hasta nuestros corazones pecadores y guardarlos limpios cuando son transformados. El hombre que no se gloría en el evangelio sin duda conoce muy poco de la epidemia que sufre en su interior.
¡Cuánto debemos vigilar al recordar estos versículos! ¡Cuán en guardia deberíamos estar en cuanto a nuestra imaginación, nuestra lengua y nuestro comportamiento diario! A la cabeza de la lista negra del contenido de nuestro corazón están los «malos pensamientos». Nunca olvidemos esto. Los pensamientos son parientes de las palabras y las obras. Oremos diariamente pidiendo gracia y ordenemos nuestros pensamientos, y clamemos con sinceridad y fervor: «No nos metas en tentación».
Usado con permiso. Tomado de 365 días con J.C. Ryle, por Robert Sheehan. Disponible en Cristianismo Histórico.