Cristo, la Cabeza de la iglesia, ha instituido el oficio de diácono como una ayuda para el pueblo de Dios en general y para los ancianos de la iglesia en particular (Hech. 6:1-6).
Mientras que el oficio de diácono es un oficio de servicio en vez de gobierno, Dios ha prometido una bendición especial para aquellos que sirven bien como diáconos (1Tim. 3:13).
Los diáconos son responsables de administrar los negocios ordinarios, asuntos seculares, e intereses benevolentes de la iglesia para que los ancianos puedan dedicarse sin distracción a las prioridades bíblicas de su oficio (Hech. 6:3-4).
Los diáconos tienen que cumplir los deberes de su oficio en coordinación y bajo la supervisión de los ancianos (Hech. 20:17,28; 11:30)